17 may 2011

“Factotum” de Charles Bukowski




“Durante cuatro o cinco días anduve vagando por ahí. Luego me cogí una borrachera de dos días. Me mudé de mi habitación al Greenwich villaje.”
Charles Bukowski



Henry Chinaski no quiere ser, sólo es. Henry Chinaski se emborracha.

Henry Chinaski no hace el amor. Henry Chinaski apuesta, gana, se pierde por las calles de América y folla. 

Henry Chinaski es el álter ego de Charles Bukowski en varias novelas, entre ellas “Factotum”. Bukowski ha sido considerado por muchos el último escritor maldito de la literatura norteamericana, ignorado en sus inicios y, hoy día, convertido en uno de los autores underground de culto. Gran cantidad de veces ha sido mezclado erróneamente con los autores de la beat generation, pues comparte con dicha generación algunas características: tampoco encajó con la sociedad de la época y su estilo a la hora de escribir tiene rasgos en común



“Factotum”, obra publicada en 1975, es un reflejo de la juventud de Bukowski, un joven que, queriendo escapar de la Segunda Guerra Mundial, viaja por América sin la intención de llegar a ningún lugar, simplemente vagabundeando en su propia existencia. Henry Chinaski tiene el deseo imperturbable de emborracharse constantemente y la necesidad de trabajar para comprar el causante de sus borracheras. A medida que avanza la obra, Chinaski consigue gran cantidad de empleos que son siempre temporales, una simple fuente que garantiza posteriores borracheras y periodos de tiempo de no hacer y de dejar de ser. Dichos empleos siempre son un elemento poco trascendente para Chinaski, puesto que su intención –una intención que no parece estar acompañada de una avaricia desparramente- es la de llegar a ser escritor. Henry no escribe para vivir, puesto que sólo publica artículos en revistas poco conocidas, escribe para salvarse. Escribe porqué es la única forma de dar sentido a un ser inadaptado, a una vida caótica que no parece tener un destino final y que parece estar sumida en un torbellino imparable guiado por las apuestas en las carreras de caballos, el sexo con desconocidos, los trabajos de mierda y el alcohol. 



Bukowski plasma en las páginas de “Factotum” su vida, de manera que el lector tiene la sensación constante de estar acompañando al autor durante toda su trayectoria anarca, de balancearse borracho por las calles sin nombre, de entrar en todos los bares habitados por mentes poco lúcidas de cuerpos amorfos, de revolcarse en lo que casi toda sociedad quiere evitar. 

Charles Bukowski no describe detalladamente y a base de adjetivos la urbe en la que habita, aún así el lector puede sentirse plenamente sumergido en esta urbe sin ni siquiera haber leído una descripción del entorno que envuelve a los personajes. Consigue esto porqué el lector se adhiere tanto a los personajes, a sus atípicos comportamientos y acciones, que acaba sumergiéndose por completo al universo repleto de escepticismo, de nihilismo, de cuerpos con indomables necesidades primarias que no buscan nada más allá de la ceguera del consciente. 



La obra está escrita –igual que todas las seis novelas de Bukowski- con un vocabulario crudo y directo, sin pretensiones de sofisticación. No hace bromas facilonas y directas, consigue un humor sarcástico porque es capaz de reírse del mundo, de él mismo. Y se ríe porque sabe de sobras que todo es un sin sentido y no pretende evitarlo. Se sumerge, se deja llevar y deja que el tiempo y los litros de alcohol lo arrastren.
Personalmente creo que su obra no es una crítica hacia la sociedad,  más bien diría que es una plasmación de su profundo escepticismo, una declaración de amor hacia la nada, un escupir, que sin intención de ser mortífero, ensucia el anodino mundo.

Al leer un libro de Bukowski se tiene que tener claro que el autor no ha pretendido buscar la belleza a través de sus palabras, ni ha intentado crear una prosa compleja repleta de barroquismos. Aun así, la sencillez abrumadora de su prosa hace que desprenda una especie de magia y que, aunque el ambiente descrito no sea lo más bello existente, la belleza acabe, de forma casi inexplicable, inundando toda la obra de Bukowski.



Laura Amanda Bahí i Horrillo

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