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25 may 2011

Lo soberbio de Paranoid Park



En el año 2007 salió en los cines –no en todos, pues en Barcelona no pudimos disfrutar de ella hasta el 2009- una de las películas más geniales –a mi parecer- del director estadounidense Gus van Sant.

Paranoid Park, basada en la novela de Blake Nelson, es la historia de un chico, Alex, aficionado al skate, que una noche asesina accidentalmente a un guardia. Es la historia de todo aquello que pasa por la cabeza de un joven de clase media que afronta, inesperadamente, una realidad devastadora que lo sobrepasa. 
El director presenta una clara dualidad en su cine, puesto que pasa de hacer películas dirigidas a la masa, que no por eso dejan de ser grandes obras –como por ejemplo Mi nombre es Harvey Milk o El indomable Will Hunting-, a películas independientes que se alejan de forma abrumadora del cine comercial norteamericano. No se tiene únicamente que criticar dicha dualidad, sino que se tiene que valorar la flexibilidad de Van Sant y la calidad innegable de gran parte de sus obras.

Aunque el argumento de la película sea sencillo, esta sencillez queda eliminada por completo con el rechazo del lenguaje convencional y la creación de un cine vanguardista repleto de planos largos, saltos temporales e imágenes hipnotizadoras –algunas imágenes de la película se rodaron en 35mm y en Super8, por ejemplo las piruetas al aire de los skaters, la imagen de un Alex feliz cerca de la playa…-. 

Gus Van Sant consigue crear de una anarquía visual, una utopía.La música es una selección sublime que abarca temas des de Beethoven y Nino Rota, hasta rockeros como Elliot Smith y Ethan Ros. El director juega con la música a su merced y combinada con las imágenes, hace que nos sumerjamos irremediablemente en la mente insegura, asustada, triste e histérica de Alex. Un ejemplo muy claro de explosiva combinación de imagen y música es el largo plano del joven en la ducha, una impresionante mezcla de un largo plano casi sin movimiento que consta de una música in crescendo que estremece.

Gus Van Sant consigue que toda la realidad que envuelve al protagonista quede desfigurada por el dolor que lo sacude. Al ver la película no se puede esperar ver la historia de un asesinato, puesto que la esencia radica en la psicología caótica de un adolescente retratada con un lenguaje que escupe elegantemente en la cara del cine hollywoodense.

Paranoid Park retrata soberbiamente el dolor de un adolescente y consigue que al salir del cine permanezca la sensación de que alguna cosa, y no precisamente lejana, se ha sacudido dentro de ti. Te hace ver implacablemente que la dura realidad no sólo está fuera de nosotros.

Laura-Amanda Bahí i Horrillo

24 may 2011

RECOMENDACIONES LITERARIAS


Aquí os dejamos algunas sugerencias para pasar un buen fin de semana de lectura. Podéis enviarnos cualquier otro título.





La voz dormida, por Dulce Chacón

Dioses y diablos mediáticos, ed. Urano, por Reig

Casa del olivo, por Castilla del Pino

El asalto a la cultura democrática, ed. Noesis, por Belloch

La cultura de la conversación, ed. Siruela, por Craveri

La libertad del compromiso, ed. Plaza y Janés

Historia de la Belleza, por U. Eco

La vida escrita por mujeres, tres volúmenes

Paradoja del interventor, por Sánchez Ferlosio

Cosmética del enemigo, ed. Anagrama, por A. Nothomb

La sombra del general, ed. Debate, por E. González

La escalas de levante, ed. Alianza, por A. Maalouf

Claros del Bosque, por María Zambrano

Manteca colorá, ed. Edhasa, por Montero González

Sed de champán, ed. Muchnik, por M. González

Los perdedores en la Hª de España, por G.de Cortázar

Conquistadores, emires y califas, ed. Crítica, por Manzano

El lucernario, por J. Goytisolo

La Hª más bella del mundo, ed. Anagrama, por H. Greeves

Juicio a los humanos, por José A. Jaúregui

Aún no somos humanos, por E. Carbonnell

El Hijo del acordeonista, por B. Atxaga

Brooklyn Follies, ed. Anagrama, por P. Auster

Buenos dias pereza, por C. Maier

La danza de la realidad, por A. Jadorosky

Tokio Blues, por Haruki Murukami

Tres tristes tigres, por C. Infante

Lituma de los andes, por M. Vargas Llosa

Akhenaton, por Naguib Mahfuz

Opus Nigrum, por Marguerite Yourcenar

Juliano el apóstata, Gore Vidal

Iacobus, por Matilde Asensi

Diario de Praga, Ed. Acantilado

Muchos cuerpos y una sola alma, por Ruiz Diaz

Ulises, por James Joyce

Identidades asesinas, ed. Alianza, por A. Maalouf


Biblioteca de clásicos, para uso de modernos,Ed. Gredos, por Luis A. de Villena

Odesa, ed. Austral

Errata, por G. Steiner

Lecciones de los maestros, por G. Steiner
                           “
La voluntad y la fortuna, ed. Alfaguara, por C. Fuentes

El clima está en nuestras manos, ed, Taurus, por Flanney

Hacia los confines del universo, ed. Salamandra, por H. Thompson

Señora de rojo, sobre fondo gris, por Delibes

Suite francesa, ed. Salamandra, por Demikoswky

Otra vuelta de tuerca, por H. James

El síndrome de Aquiles por Mario Rosa

La tía Tula y el escribidor por M. Vargas Llosa

Abril rojo, ed. Alfaguara, por S. Roncagliolo

El corazón pensante de los barracones, ed. Hillesun, por Sandor Maray

El corazón de la tierra, por J. Cobos

El hombre eterno, por Chesterton

Suave es la noche, por Scott Fizgerald

Emociones e inteligencia social por I. Morgado

El club de los 50, ed. La esfera de los libros

Catalina Bloun, ed. Seix y Barral

Los mapas del tiempo, ed. Crítica


17 may 2011

“Factotum” de Charles Bukowski




“Durante cuatro o cinco días anduve vagando por ahí. Luego me cogí una borrachera de dos días. Me mudé de mi habitación al Greenwich villaje.”
Charles Bukowski



Henry Chinaski no quiere ser, sólo es. Henry Chinaski se emborracha.

Henry Chinaski no hace el amor. Henry Chinaski apuesta, gana, se pierde por las calles de América y folla. 

Henry Chinaski es el álter ego de Charles Bukowski en varias novelas, entre ellas “Factotum”. Bukowski ha sido considerado por muchos el último escritor maldito de la literatura norteamericana, ignorado en sus inicios y, hoy día, convertido en uno de los autores underground de culto. Gran cantidad de veces ha sido mezclado erróneamente con los autores de la beat generation, pues comparte con dicha generación algunas características: tampoco encajó con la sociedad de la época y su estilo a la hora de escribir tiene rasgos en común



“Factotum”, obra publicada en 1975, es un reflejo de la juventud de Bukowski, un joven que, queriendo escapar de la Segunda Guerra Mundial, viaja por América sin la intención de llegar a ningún lugar, simplemente vagabundeando en su propia existencia. Henry Chinaski tiene el deseo imperturbable de emborracharse constantemente y la necesidad de trabajar para comprar el causante de sus borracheras. A medida que avanza la obra, Chinaski consigue gran cantidad de empleos que son siempre temporales, una simple fuente que garantiza posteriores borracheras y periodos de tiempo de no hacer y de dejar de ser. Dichos empleos siempre son un elemento poco trascendente para Chinaski, puesto que su intención –una intención que no parece estar acompañada de una avaricia desparramente- es la de llegar a ser escritor. Henry no escribe para vivir, puesto que sólo publica artículos en revistas poco conocidas, escribe para salvarse. Escribe porqué es la única forma de dar sentido a un ser inadaptado, a una vida caótica que no parece tener un destino final y que parece estar sumida en un torbellino imparable guiado por las apuestas en las carreras de caballos, el sexo con desconocidos, los trabajos de mierda y el alcohol. 



Bukowski plasma en las páginas de “Factotum” su vida, de manera que el lector tiene la sensación constante de estar acompañando al autor durante toda su trayectoria anarca, de balancearse borracho por las calles sin nombre, de entrar en todos los bares habitados por mentes poco lúcidas de cuerpos amorfos, de revolcarse en lo que casi toda sociedad quiere evitar. 

Charles Bukowski no describe detalladamente y a base de adjetivos la urbe en la que habita, aún así el lector puede sentirse plenamente sumergido en esta urbe sin ni siquiera haber leído una descripción del entorno que envuelve a los personajes. Consigue esto porqué el lector se adhiere tanto a los personajes, a sus atípicos comportamientos y acciones, que acaba sumergiéndose por completo al universo repleto de escepticismo, de nihilismo, de cuerpos con indomables necesidades primarias que no buscan nada más allá de la ceguera del consciente. 



La obra está escrita –igual que todas las seis novelas de Bukowski- con un vocabulario crudo y directo, sin pretensiones de sofisticación. No hace bromas facilonas y directas, consigue un humor sarcástico porque es capaz de reírse del mundo, de él mismo. Y se ríe porque sabe de sobras que todo es un sin sentido y no pretende evitarlo. Se sumerge, se deja llevar y deja que el tiempo y los litros de alcohol lo arrastren.
Personalmente creo que su obra no es una crítica hacia la sociedad,  más bien diría que es una plasmación de su profundo escepticismo, una declaración de amor hacia la nada, un escupir, que sin intención de ser mortífero, ensucia el anodino mundo.

Al leer un libro de Bukowski se tiene que tener claro que el autor no ha pretendido buscar la belleza a través de sus palabras, ni ha intentado crear una prosa compleja repleta de barroquismos. Aun así, la sencillez abrumadora de su prosa hace que desprenda una especie de magia y que, aunque el ambiente descrito no sea lo más bello existente, la belleza acabe, de forma casi inexplicable, inundando toda la obra de Bukowski.



Laura Amanda Bahí i Horrillo

28 abr 2011

Henry Miller: “Trópico de Cáncer”




Si algún hombre se atreviera alguna vez a expresar todo lo que lleva en el corazón,
a consignar lo que es su experiencia real, lo que es de veras su verdad,
creo que entonces el mundo se haría añicos”

HENRY MILLER, Trópico de Cáncer



Trópico de Cáncer” hacía tiempo que me restaba amontonado con los demás libros en espera. Una noche lo cogí para echarle una ojeada y me impactó de tal manera que no fui capaz de separarme de él ni de escapar de ese mundo creado por Miller, degenerado y hermoso a la vez. 
 
Henry Miller fue un escritor estadounidense que escribió obras semiautobiográficas, innovadoras y marginales. Abandonó América para sumergirse en París, dejando atrás familia y pasado. Fue en ese Paris de entreguerra donde, sumido en la miseria, escribió “Trópico de Cáncer” en 1934, novela que no se publicaría en Estados Unidos hasta la década de los sesenta, ya que por el hecho de ser tan transgresora fue acusada de obscena. 
 
Pero es dicha obscenidad, una de las características que hace que este autor se distinga de los demás autores de la época. Miller consigue convertir la obscenidad, todo aquello monstruoso y degenerado que plasma en las líneas de “Trópico de Cáncer”, en una belleza onírica y estremecedora. Leyendo la novela el lector se empapa de un ambiente parisino bohemio, se sumerge en las periferias de la ciudad, en la demacración más desgarradora y en los suburbios que frecuentaban los artistas e intelectuales incomprendidos de la época.
Trópico de Cáncer” fue una liberación de los tabúes sexuales de la época, un grito que rompía innegablemente con el silencio establecido en relación al sexo. 


 
Al leerlo no me impactó en exceso su sensualidad, pues la revolución sexual ya eliminó gran parte de dichos tabúes en los sesenta, pero hay un aspecto en la prosa de Miller que me turbó de forma desmesurada; la autodestrucción que envuelve al protagonista. Una autodestrucción romántica en contra de la sociedad que se apoya en un nihilismo desparramente. Aunque la marginación sea un tema que al largo de los años se ha ido reiterando y, por lo tanto, ha perdido parte de su impacto y fuerza inicial, Miller detalla de forma tan elocuente y directa el ambiente en el que vivía que consigue sumergirte radicalmente en lo marginal. Miller fusiona la destrucción con lo bello, haciendo que todo aquello que es decadente, oculto y deprimente se convierta en una masa abstracta y bizarra que oprime el cuerpo y atrapa al lector en un mundo de ramificaciones oníricas que parece escapar constantemente de la realidad. 
 
El libro no cuenta una historia con principio y fin, ordenada y clara. Es más bien un conjunto de emociones y acontecimientos puntuales muy cuotidianos, plasmados de una manera tan mágica que lo más elemental pasa a ser un caos mental que excita y a la vez asusta al lector. Ese caos también se ve reflejado en los personajes, puesto que el único personaje realmente definido es Henry -Henry Miller-, los demás pasan a ser sombras borrosas poco delimitadas que tienen una relación, más o menos próxima, con el protagonista. 
 
El libro agrupa conceptos muy dispares con una precisión abrumadora, como si se tratase de un gran engranaje. Entre las páginas de Trópico visualizamos a unos personajes perdidos en el mundo –pues han abandonado su país de origen y tampoco se sienten integrados en París- y sumergidos en un mundo propio, bañado por el alcohol, el sexo, la destrucción, pero a la vez envuelto por una áurea de claridad y de coherencia. Son personajes marginados e intelectuales, que comparten en una misma habitación la enfermedad y la cultura, la mugre y la filosofía. 


 
La obra de Miller es precursora a la generación beat y comparable con el movimiento rockero que nacería posteriormente: artistas que no encajan con la sociedad vigente y crean un mundo propio transgresor que huye de lo convencional.
Lo más apropiado para disfrutar del libro es sumergirse directamente en las palabras de este anarquista literario que consigue de forma rotunda que el mundo real se haga añicos y sólo prevalezca la esencia naciente del ambiente de su creación.



Laura-Amanda Bahí